Seguro que una gran mayoría de los/as lectores/as de este artículo que haya sido bautizada, habrá pasado por el rito vestida con el característico traje del Bautismo.

El origen de este traje está en las vestimentas que Cristo lucía en su Bautismo, que consistían en una túnica blanca de lino con mangas y un cinturón, que la ajustaba al talle; es lo que se denominó alba bautismal o in albis, literalmente “estar en blanco”, símbolo de pureza.

El rito bautismal cristiano generalizado hasta el siglo XVII fue sumergir al neófito en la cuba o pila envuelto en un paño blanco bordado o vestirlo con él posteriormente, para demostrar de forma externa a la comunidad su inocencia y limpieza de espíritu.

De estas raíces bíblicas parte el tradicional traje de “cristianar”, con el que se cubre de la cabeza a los pies al bebé durante la ceremonia. Se compone principalmente de tres partes: faldón, “capica” y “gorrico” (capota o careta). De organza, batista, algodón de alta calidad o incluso seda, el traje se adornaba con puntillas, bordados, encajes, cintas… La “capica” se ataba a la altura del cuello y podía llevar incorporada la careta, prenda que también se encontraba independiente.

Entre los fondos textiles del Museo Escolar de Pusol contamos con muchos ejemplos de esta vestimenta tradicional, tanto de faldones como de capas, con y sin gorro incorporado. Desde “capicas” más austeras, de simple algodón sin ningún adorno, hasta faldones de organza que incorporan mil y un detalles e, incluso, parte de tul. Especial mención merece el traje bautismal amarillo (en las fotografías), de conjunto de faldón y capa, cuyos detalles bordados bien recuerdan a la flor del granado.

A día de hoy, cerca de 7.000 piezas conforman las colecciones de indumentaria y complementos del Museo Escolar de Pusol, ¡casi para crear un museo solo de textiles!

Autora: Marian Tristán, coordinadora del Museo Escolar.